Son muchos los retos y dificultades a los que nos enfrentamos cuando hablamos de la gestión de la salud mental y los problemas vinculados a esta. Considerando la alta prevalencia de trastornos mentales a nivel mundial, un primer factor para tener en cuenta es el alto coste económico tanto para los propios afectados, como para cualquier sistema sanitario, incluyendo la carga social que esto conlleva. Además de las propias dificultades que generalmente conllevan este tipo de problemas, debemos considerar que su tratamiento requiere de una capacidad de detección que no se ve cubierta por el sistema sanitario, en el que, además, existen serias carencias de profesionales cualificados de salud mental. Finalmente, los trastornos mentales son más perjudiciales que los trastornos médicos crónicos comunes, por ejemplo, en la pérdida de productividad laboral, y presentan un mayor deterioro, particularmente en los ámbitos del funcionamiento familiar, social y de las relaciones estrechas (Druss et al., 2009). Un ejemplo de ello es que los trastornos mentales se asocian con más de la mitad de los días de discapacidad funcional (Merikangas et al., 2007).
Además de estas dificultades interpersonales generalizadas, los problemas de salud mental comúnmente son más difíciles de detectar que los problemas de salud física, lo que conlleva a que hayan recibido tradicionalmente menos atención, y, por lo tanto, se hayan invertido menos recursos económicos (OMS, 2013). A continuación, se especificarán algunos ejemplos concretos de gasto sanitario relacionados con problemas de salud mental.
En Estados Unidos el trastorno por uso y abuso de alcohol que afecta alrededor de 20 millones de americanos, y supone una carga económica de aproximadamente 500 billones anualmente (Horgan, Skwara, Strickler, Andersen, & Stein, 2004), incluyendo costes médicos de justicia, accidentes y pérdida de ganancias. Otros estudios han indicado que, las bajas y otras afectaciones laborales asociadas a episodios depresivos mayores, se relacionan con un promedio de pérdidas económicas de aproximadamente 36 billones de dólares anualmente (Kessler et al., 2006).
En la Unión Europea ocasionan unos costes que se estiman en el 3 – 4% del PIB, sobre todo debido a las pérdidas de productividad por incapacidad laboral. Los trastornos mentales constituyen una de las principales causas de jubilación anticipada y de percepción de pensiones por discapacidad (Comisión de las Comunidades Europeas, 2005). En 2010, los costes directos e indirectos relacionados con trastornos mentales se estimaron en 798.000 billones de euros anuales (Gustavsson et al., 2011). En España se estima que un 2.2% del gasto total del PIB se dedica a la salud mental, y concretamente a trastornos depresivos, de ansiedad y somatizaciones (Parés-Badell et al., 2014; Ruiz-Rodríguez et al., 2017).
La situación actual, que ya es sumamente preocupante, puede empeorar de forma notable en las próximas décadas. En 2010, la OMS y el Foro Económico Mundial advirtieron de que las economías occidentales no podrían aguantar estos costes crecientes, y que, en el año 2030, estos costes se podrían multiplicar por 2.4, pudiéndose producir pérdidas económicas de hasta 6 trillones de dólares a nivel mundial (Bloom, 2012).
Asimismo, los dos organismos antes mencionados, apremiaban a desarrollar metodologías más eficaces y costo-eficientes para detectar y tratar a tiempo los desórdenes mentales (Bloom, 2012). Y esto, nos conecta con el siguiente problema, el acceso a profesionales de salud mental y los déficits para detectar correctamente los problemas de salud mental. Uno de los principales escollos que se encuentran los pacientes con problemas de salud mental es el acceso a terapia psicológica. Según Naciones Unidas, a nivel mundial hay menos de un profesional de salud mental por cada 10.000 personas. En España, en un estudio retrospectivo de 64.000 pacientes se encontró que aproximadamente un 17% de los motivos de consulta en Atención Primaria implican problemas de salud mental (Sicras Mainar et al., 2007), siendo ansiedad y/o depresión los más frecuentes. Uno de los principales problemas para atender a esta creciente demanda reside en la escasa plantilla de psicólogos clínicos en el Sistema Nacional de Salud en España, que se estima que una media de 5.7 psicólogos clínicos por 100,000 habitantes (OMS, 2013), por lo que el acceso al tratamiento psicológico está restringido a un pequeño porcentaje de pacientes que son derivados a la atención especializada. Esto conlleva a que un porcentaje considerable de pacientes, o bien reciban únicamente tratamiento farmacológico, en ocasiones sin el control adecuado por parte de un profesional de salud mental, o no reciban ningún tipo de tratamiento.
Además, numerosos estudios han indicado que existen limitaciones importantes para la detección de problemas y/o trastornos relacionados con la salud mental. Por ejemplo, entre un 50-70% de pacientes con depresión mayor no son detectados en atención primaria (Coyne, Thompson, Klinkman, & Nease, 2002). Además, en España, un 26,5% de los pacientes fueron diagnosticados erróneamente con depresión, sin cumplir criterios de trastorno del estado de ánimo (Aragonés, Piñol & Labad, 2006). Respecto a los trastornos de ansiedad, la capacidad de detección es todavía menor: Sólo entre un 20% y un tercio de los problemas de ansiedad son reconocidos en asistencia primaria (Roy-Byrne, Wagner y Scraunfnagel, 2005). En el caso de población infanto-juvenil, resulta igualmente alarmante los pocos casos (se estima que menos de un 10%) que acaban finalmente recibiendo asistencia especializada en este tipo de trastornos mentales. Y nuevamente, se atribuye a que la mayoría de los niños, que cumplen con los criterios de problemas emocionales o de comportamiento, no son correctamente detectados en atención primaria (Sheldrick, Merchant, & Perrin, 2011).
Estos errores se pueden causar por la falta de formación de los profesionales y/o por la falta de recursos materiales y tiempo disponible para evaluar y detectar correctamente este tipo de problemas en el contexto de Atención Primaria. Por lo tanto, resulta imprescindible una mayor incorporación por una parte de profesionales de salud mental en este tipo de contextos. Y por otra parte, también resulta fundamental la implementación nuevas herramientas de evaluación de riesgo psicopatológico que permitan mejorar la detección de problemas y trastornos relacionados con la salud mental. El papel de las nuevas tecnologías puede ser fundamental en este aspecto.
¿Qué puede aportar el instrumento de evaluación Psiconexia Predict? Nuestro granito de arena.
PSICONEXIA PREDICT es una herramienta digital que, en contextos con alta carga de pacientes, podría mejorar algunos de los problemas que se han descrito anteriormente. Por ejemplo:
Mejorar la evaluación psicológica: Orientar a los profesionales de salud mental en la evaluación y orientación psicopatológica de sus pacientes, mediante una herramienta de riesgo psicopatológico muy completa (que incluye múltiples módulos, preguntas y ejemplos) y, por lo tanto, mejorar los errores de detección de problemas de salud mental.
Reducir costes económicos: Reducir el tiempo de administración, recoger una amplia cantidad de datos de forma sencilla, flexible, rápida y disponer de los resultados inmediatamente. Por lo tanto, agilizar todo el proceso de evaluación, de una forma mucho más eficiente.
Acceso a profesionales de salud mental: Finalmente, a pesar de que la herramienta de evaluación está inicialmente pensada para ser utilizada por profesionales, nuestro objetivo a largo plazo es desarrollar una versión más simple y gratuita para la población general. Esta futura versión de screening tendrá como principal objetivo orientar a la persona para encontrar al profesional de salud mental más adecuado según el problema que presente. Y de esta forma dar una respuesta de forma directa y gratuita para mejorar el problema de acceso a profesionales de salud mental.
Referencias:
- Aragonès, E., Piñol, J. L., & Labad, A. (2006). The overdiagnosis of depression in non-depressed patients in primary care. Family practice, 23(3), 363-368.
- Asamblea mundial de la salud (2013). Plan de acción sobre salud mental 2013-2020. Organización Mundial de la Salud, Ginebra, Suiza.
- Bloom, D. E., Cafiero, E., Jané-Llopis, E., Abrahams-Gessel, S., Bloom, L. R., Fathima, S., … & O’Farrell, D. (2012). The global economic burden of noncommunicable diseases (No. 8712). Program on the Global Demography of Aging.
- Comisión de las Comunidades Europeas. (2005). LIBRO VERDE: Mejorar la salud mental de la población: Hacia una estrategia de la Unión Europea en materia de salud mental. Recuperado de: https://consaludmental.org/publicaciones/LibroVerdeSM.pdf
- Coyne, J. C., Thompson, R., Klinkman, M. S., & Nease Jr, D. E. (2002). Emotional disorders in primary care. Journal of Consulting and Clinical Psychology, 70(3), 798.
- Druss, B. G., Hwang, I., Petukhova, M., Sampson, N. A., Wang, P. S., & Kessler, R. C. (2009). Impairment in role functioning in mental and chronic medical disorders in the United States: results from the National Comorbidity Survey Replication. Molecular psychiatry, 14(7), 728-737.
- Gustavsson, A., Svensson, M., Jacobi, F., Allgulander, C., Alonso, J., Beghi, E., … & Gannon, B. (2011). Cost of disorders of the brain in Europe 2010. European neuropsychopharmacology, 21(10), 718-779.
- Horgan, C., Skwara, K. C., Strickler, G., & Andersen, L. (2004). Substance abuse: The nation’s number one health problem. Diane Publishing Company.
- Kessler, R. C., Merikangas, K. R., & Wang, P. S. (2007). Prevalence, comorbidity, and service utilization for mood disorders in the United States at the beginning of the twenty-first century. Annu. Rev. Clin. Psychol., 3, 137-158.
- Merikangas, K. R., Ames, M., Cui, L., Stang, P. E., Ustun, T. B., Von Korff, M., & Kessler, R. C. (2007). The impact of comorbidity of mental and physical conditions on role disability in the US adult household population. Archives of general psychiatry, 64(10), 1180-1188.
- Pares-Badell, O., Barbaglia, G., Jerinic, P., Gustavsson, A., Salvador-Carulla, L., & Alonso, J. (2014). Cost of disorders of the brain in Spain. PloS one, 9(8).
- Roy-Byrne, P. P., Wagner, A. W., & Schraufnagel, T. J. (2005). Understanding and Treating Panic Disorder in the Primary Care Setting. The Journal of Clinical Psychiatry, 66(Suppl4), 16–22.
- Ruiz-Rodríguez, P., Cano-Vindel, A., Navarro, R. M., Medrano, L., Moriana, J. A., Aguado, C. B., … & de Investigación PsicAP, G. (2017). Impacto económico y carga de los trastornos mentales comunes en España: una revisión sistemática y crítica. Ansiedad y Estres, 23(2-3), 118-123.
- Sheldrick, R. C., Merchant, S., & Perrin, E. C. (2011). Identification of developmental-behavioral problems in primary care: a systematic review. Pediatrics, 128(2), 356-363.
- Sicras Mainar, A., Rejas Gutiérrez, J., Navarro Artieda, R., Serrat Tarrés, J., Blanca Tamayo, M., & Díaz Cerezo, S. (2007). Costes y patrón de uso de servicios en pacientes que demandan atención por problemas mentales en asistencia primaria. Gaceta Sanitaria, 21, 306-313.
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